septiembre 01, 2009

Inmortalidad


En medio del mundo transformado,
el sueño peregrino recorre el camino,
largo ha sido su viaje,
cansado se detiene a reposar,
y exigente llega la realidad a acosarle.




Muere -le repite el dia fatigante y tedioso
Muere -le susurra la noche
Pero tú, dulce amiga,
mi bello ángel de alas radiantes,
dime cómo se hace volver un verano pasado
dime cómo se hacen revivir las flores marchitas.



La flora ha muerto,
una buena mañana de mayo
se ha desatado una tempestad
y la flor se hizo un recuerdo
ajeno a los sueños;
tu amigo doliente tiene el corazón.



En las ramas perfumadas de la Casia blanca
nuestros brazos se rozaban,
recuerdas las tardes que soñamos
que la vida siempre sería asi.




Recuerdas…



Que éramos uno con el mundo,
y el mundo era uno con nosotros.
Recuerdas cuando las margaritas
nos saludaban con un canto
que sólo el espíritu puede oír.
Nuestro amor era bucólico y eterno.


Dime, ya que todavía no volveran esos veranos,
dime si en tu alma se guarda su luz
si en lo profundo del ser lo atesoras
asi como un sueño oculto.
Porque mientras existe el deseo
el sueño nunca muere, solo duerme,
escondido, esperando su parusía.



Muere -le repite el mundo agobiante,
muere -le dicta la dura vida.
Pero desde la etérea fuente misteriosa,
una voz elísea le musita:
“¡Álzate!, con insolente y altivo brillo.
Hoy estas más vivo que nunca.”

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